marzo 23, 2010

Republica Bananera de Esteban Dido

Hay cosas y circunstancias que tienen su límite, pero indudablemente nuestra comodidad y cobardía es mucho màs extensa. Observo con rabia, impotencia y tristeza como nos hemos adaptado a vivir de una forma que hace 10 años jamás lo hubiesemos imaginado. Tenemos un hombre dirigiendo las riendas del pais a su antojo y capricho, con un sèquito de focas que le aplauden sin medir las consecuencias de que lo que se ha sembrado es la cosecha para las futuras generaciones. El desabastecimiento de los alimentos màs bàsicos, nos hace ser creativos, el cierre de canales de televisiòn y de emisoras de radio, nos hace buscar otras alternativas para ver y oir; la inseguridad nos ha llevado a modificar los hàbitos de nuestra rutina diaria, ya contar entre nuestros conocidos que alguien ha sido secuestrado, robado, herido o asesinado, ya forma parte de nuestra tertulia diaria, sin que nos sorprenda; la crisis energètica, nos ha llevado ha tener otros horarios y hacer planificaciones a la hora de los cortes elèctricos; la inflaciòn, el control de cambio, la pèrdida del poder adquisitivo de forma galopante, nos ha llevado a aceptar formas pervesas en la economìa; la politizaciòn y la falta de autonomìa de los organismos que imparten justicia y orden, nos hace ver de la forma màs descarada que la impunidad y la violaciòn de los procesos, es algo que carece de importancia; el cierre de empresas y la satanizaciòn de los modelos productivos es algo que ni el derecho primigenio al trabajo para vivir sea un valor fundamental; ya vemos que decir una opiniòn contraria a lo que el gobierno expone, puede ser una apología al delito; convivir con la basura en las calles, el irrespeto a las reglas minimas del orden y convivencia, es lo que abunda en todos los rincones del paìs. Yo recuerdo, cuando eràmos sauditos y un pais en vìas de desarrollo, decir que eràmos venezolanos, no sòlo nos daba prestigio, sino que tenìamos esa arrogancia banal de sentirnos superiores a nuestros paìses vecinos. Recuerdo mi paìs limpio, ordenado, preocupado por la educaciòn, con instituciones sòlidas, con modernas infraestructuras y por supuesto con gobernantes que no capitalizaron socialmente las riquezas obtenidas por el boom petrolero y que generaron la deuda social donde la la desigualdad y la inequidad es la venganza de nuestro presente, un presente donde no hay ganadores, sino donde todos somos vìctimas. Aqui decir prosperidad es una mala palabra, manejamos la polìtica internacional, como una reuniòn de botiquìn de mala muerte. Un discurso surrealista donde le imputan a los productivos como la génesis de todos los males y donde vemos con estupor como los socialistas bolivarianos viven como Rockefeller a todas luces, que inmoralidad. Donde quien tenga la osadìa de tener un terreno o un inmueble porque lo heredò o lo comprò puede perderlo por una invasiòn de hordas humanas animadas por el gobierno, simplemente porque el estado le endosa ese problema a los que tienen la culpa de tener. Un paìs donde tenemos la riqueza necesaria para ir construyendo un futuro lleno de bienestar para todos, sin exclusiones, sin violencia, respetando lo que cada quien se ha bien labrado, donde la excelencia de la educaciòn llegue a todos, donde no falte alimento, salud, confort, cultura, trabajo, esfuerzo, orden y ciudadanìa. Donde nos respetemos en las diferencias, exista el pluralismo, la conciencia, la justicia, el amor y no fomentemos ni odios ni resentimientos. Que nos ha pasado? Que nos ha impedido luchar y defender una vida digna y llena de bienestar? Còmo podemos rescatar el respeto a las instituciones? Quien nos devuelve la sana conviviencia? 10 años es un tiempo considerable para hacer un daño irreparable.